Compuestos hacia 1963, cuando la beatlemanía empezaba a conmocionar la cultura occidental, los textos de Lennon son una rara mezcla de surrealismo, humor y desenfreno lingüístico. Ahora llegan en una edición bilingüe.
Siempre escribí por risas, diversión o como quieras llamarlo.” Esta frase de John Lennon –parte de una carta a un fan de 1967– es útil para pensar en perspectiva su faceta literaria, ahora que ha llegado al país una edición española y bilingüe de 2009 que reúne en un sólo volumen la prosa, poesía y dibujos de In His Own Write (1964) y A Spaniard In The Works (1965), los únicos dos libros que editó en su vida.
Si para Lennon ya era increíble el nivel de fama y éxito que había alcanzado como músico, más lo era aún que le pagasen para publicar la clase de textos y dibujos que realizaba en la secundaria Quarry Bank, cuando satirizaba la realidad alrededor suyo en un cuaderno llamado The Daily Howl (El aullido diario).
Su principal influencia era el legendario programa radial The Goon Show, a cargo de Spike Milligan, Peter Sellers y Harry Seacombe. “Su humor era la única prueba que tenía de que el MUNDO (sic) estaba loco”, escribió sobre ellos en 1973.
En el esencial The Art & Music of John Lennon , el investigador Peter Doggett teoriza que parte de In His Own Write puede provenir de las páginas de The Daily Howl. A ciencia cierta, tres textos del libro fueron publicados originalmente en 1961 y 1962, en la revista Mersey Beat, dedicada a la escena musical de Liverpool.
El editor Bill Harry se interesó por los escritos de Lennon, “particularmente porque no era un pastiche de la poesía de la Beat Generation, que era furor con todos los demás estudiantes”, le dijo al biógrafo Ray Coleman.
Lennon contribuyó al primer número de la revista una apócrifa presentación de su grupo, donde ya se observa el gusto por el absurdo y los juegos de palabras.
En 1963, el editor Jonathan Cape le ofreció a Lennon –cuyo don para el humor y las respuestas rápidas ya era notorio– publicar un libro con textos y dibujos suyos. Lennon reunió creaciones realizadas recientemente durante las giras de los Beatles o en su tiempo libre y rescató algunos textos que habían sido confiados a Bill Harry. Casi sin esfuerzo, tenía listo su libro debut, publicado en marzo de 1964. La repercusión fue análoga a la de sus discos: número uno a ambos lados del océano.
Los libros de Lennon subvierten las normas del idioma, al punto que su autor confesó utilizar a veces palabras cuyo significado desconocía. También hay cierta crueldad adolescente y elementos políticamente incorrectos, como su fascinación –tanto en palabras como en dibujos– con los discapacitados y deformes, y su mención caprichosa de la palabra “judío”, a la que encontraba graciosa.
Allí, todo es satirizable, desde la literatura de aventuras (Treasure Ivan, donde “Ivan” sustituye por fonética a “Island”), hasta la televisión (The fingletoad resort of teddyvicious), pasando por una guía turística de su ciudad (Liddypool, publicado con otro título en 1961 en Mersey Beat). Lennon muestra filo para el humor político en Scene three, act one, una de las menos complicadas de adaptar a otro idioma. On safari with Whide Hunter –escrita a medias con Paul McCartney, quien también prologó el libro– anticipa a “The Continuing story of Bungalow Bill”, del Album Blanco (1968).
También se filtraban sentimientos más personales de Lennon: el padre que vuelve del mar en Nicely nicely Clive recuerda su propia experiencia con Alf Lennon, referido en el libro siguiente como San Alf. Los finales abruptos son una constante: cuando se le acababa el chorro de ideas inicial, Lennon, autor indisciplinado, prefería matar a sus personajes antes que esforzarse en desarrollar las historias.
El libro fue editado en Argentina el mismo año, titulado En su propia tinta (más agradable que el Por su propio cuento actual), traducido por Jaime Rest, con notoria influencia en el por entonces adolescente Luis Alberto Spinetta, quien experimentaría con palabras e imágenes en sus propias revistas escolares.
Para sorpresa de Lennon –y también desinterés: nunca se tomó en serio como escritor– el establishment literario fue más que positivo. “Vale la atención de cualquiera que tema el empobrecimiento del lenguaje inglés o de la imaginación británica”, dijo el suplemento literario de The Times, el diario que meses atrás había comparado a Lennon y McCartney con Gustav Mahler.
En una aparición promocional en el programa televisivo de la BBC Tonight, el periodista Kenneth Allsop le preguntó a Lennon por qué esa imaginación no aparecía en las letras de sus canciones. La respuesta llegaría unos años después, en otra entrevista: “Para expresarme a mí mismo, escribía A Spaniard In The Works y In His Own Write , los relatos personales que eran expresivos de mis emociones. Tenía un John Lennon compositor que escribía canciones para la carnicería”.
Cuando escribió estos textos inclasificables, todavía no era el emblema en el que se convertiría. |
Después de firmar por un segundo libro, Lennon ya no estaba tan entusiasmado: “Una vez que se volvió ‘Queremos otro libro de usted, Mr. Lennon’, sólo podía soltarme con una botella de Johnnie Walker, y pensé, ‘si hace falta una botella por noche para que me ponga a escribir..., por eso no escribí más’”, dijo en 1980 poco antes de su asesinato.
A principios de 1965, ya demorado en la entrega, Lennon llegó a contemplar grabar un disco de spoken word, leyendo partes del primer libro y adelantando material del segundo. Finalmente, en junio salió A Spaniard in the works . “Fue empezar desde cero”, explicó. “El editor me dijo ‘tenés tantos meses para escribir un libro’. Un montón del primero había sido escrito de a ratos, a lo largo de los años”.
La parodia de Arthur Conan Doyle, “The singularge experience of Miss Anne Duffield”, que contó con la colaboración de George Harrison durante unas vacaciones en Tahití, es el relato más largo de los dos libros.
“Estaba viendo qué tan largo podía ir”, le dijo a Wilfred D’Ath en una entrevista radial para el programa de la BBC World Of Books. “Me olvido qué personajes han aparecido y entonces simplemente me pierdo y me aburro. Es por eso que usualmente los mato. Bueno, maté un montón en el primer libro.” En otra parte de esa charla Lennon confesó que era un escritor de primera toma. “Soy un creído con lo que escribo. Una vez que lo escribí me gusta y los editores a veces dicen: ¿Deberíamos dejar esto afuera o cambiar aquello? Y peleo como loco porque una vez que lo hice, me gusta mantenerlo. Pero siempre escribo de un tirón. Puedo agregar cosas cuando lo reviso, antes de que sea publicado, pero casi no quito nada.” “El Beatle que escribe” nombraba como favoritos a Arthur Conan Doyle y Lewis Carroll, de quien decía “Amo Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo , pero ni siquiera sabía que había escrito algo más, (yo) era tan ignorante. Fue un regalo de cumpleaños cuando era niño y me gustaron.” Por lo demás, negaba no sólo la influencia de Edward Lear y James Thurber (“porque los ignoro. Nunca oí hablar de Lear. Bueno, el nombre obviamente lo escuché en algún lado pero no lo vimos en el colegio”) sino también cualquier similitud con ellos o con James Joyce: “Compré todos los libros a los que dijeron que se parecía; uno sobre Edward Lear, Finnegans Wake, (Geoffrey) Chaucer, y no pude ver el parecido con ninguno de ellos.” También confesó no haber leído nunca a Jonathan Swift y un completo desinterés por Charles Dickens y William Shakespeare. Sus juegos de palabra, fáciles de vincular con Joyce, en verdad provenían de Carroll y del comediante Stanley Unwin.
A Spaniard In The Works también contiene “We must not forget the general erection”, donde palabras y dibujos forman una ácida burla de la política británica, poemas que versan sobre animales (periquitos, perros, vacas), una parodia al correo de los diarios en Readers lettuce y una doble sátira al catolicismo y a los debates televisivos en I believe, boot...
En diciembre de 1965, la revista norteamericana McCall’s publicó “The toy boy”, un poema que debería haber sido parte de un tercer libro que Lennon se había comprometido a entregar en 1966. En ese año y el siguiente, su imaginación ya había copado sus canciones (gracias a Dylan, la marihuana y el LSD): “Tomorrow never knows”, el upgrade lisérgico de “There’s a place”, “Strawberry fields forever” y “I am the walrus”, donde finalmente las lecturas de infancia de Lewis Carroll saltan del papel al vinilo.
Más allá de cartas a diversas publicaciones y algunas colaboraciones eventuales, la carrera literaria de Lennon ya había terminado, aunque hubo una breve transposición. En 1967 el actor Victor Spinetti (partícipe de los tres primeros films de los Beatles) adaptó los dos libros para el teatro con el título de “Scene 3 act one”, reestrenada el año siguiente simplemente como “In His Own Write”. Lennon contribuyó a la puesta de música y efectos de sonido. En 1968 anunció que estaba trabajando en una adaptación cinematográfica, de la que nunca más volvió a hablar.
Lennon volvió a escribir en 1976: “Me puse frenético en un período en el que se suponía que debía estar creando cosas, entonces me senté y escribí como 200 páginas de cosas locas, In his own writescas ”, le contó cuatro años después a Rolling Stone. “Algunas cosas son graciosas, pero no está del todo bien.” En 1986 ese manuscrito fue editado, junto con otros textos y dibujos del período, como Skywriting By Word Of Mouth .
Lo cual nos lleva a los escollos de esta versión editada por Papel De Liar, que empiezan la portada, con una icónica pero poco contextual foto de 1974. También se omite el crédito de coautor de McCartney en el primer libro. El mayor acierto, sin dudas, es incluir también los textos en su idioma original. Porque cualquier traducción que intente respetar o explicar las palabras de Lennon necesitaría un promedio de veinte notas al pie por página.
En su introducción, Andrés Ehrenhaus avisa que no realizó una traducción sino “una aproximación que fuese fiel a Lennon” para evitar domesticar al autor. Ciertamente, Ehrenhaus no la tenía para nada fácil, ya que buena parte de los libros son intraducibles en un sentido riguroso.
En ocasiones, al buscarle al juego de palabras en inglés un correlato en castellano, Ehrenhaus logra respetar el espíritu del original: el título “I believe, boot...”, donde Lennon reemplaza “but” (pero) con “boot” (bota), es adaptado como “Yo creo, pelo...”. Otras veces, algunas capas de sentido van quedando en el camino. La parodia de “Blancanieves Snorewife and several dwarfs” es traducida como “Quitanieves y varios enanitos”. Lo que esto no transmite es que, como sugiere Doggett, Snorewife parece ser una referencia a Cynthia Powell, la primera esposa de Lennon, con la que llevaba un tedioso matrimonio (coloquialmente, “snore” –ronquido– también alude al aburrimiento).
El principal problema es que Ehrenhaus no tiene la gracia de Lennon (menuda tarea para un traductor). Entonces, su intento de adaptarlo a nuestro idioma –a veces con palabras que ni siquiera circulaban en los 60, como “disquetera”– da resultados frustrantes. En un plano más formal, se subdividieron varios de los párrafos de Lennon. ¿No era que no se lo iba a domesticar?
La mejor aproximación ante libros así, más allá de una traducción que sea en sí misma un estudio de la obra de Lennon (ciertamente, una opción no muy rentable para los editores), sería una adaptación de autor; de alguien con tanto talento para jugar con el castellano como Lennon hacía con el inglés, donde el atractivo pase por leer la versión de una figura reconocida del humor lennoniano. Si tan sólo Diego Capusotto fuese también traductor.