Ravi Shankar: el gurú de la música hindú que influyó en la cultura occidental

Ravi Shankar se transformó, sin proponérselo, en una divinidad musical de la India. El sonido magnético de su sitar y las ondulantes escalas psicodélicas de sus ragas ampliaron la conciencia musical de la generación de los setenta. El magnetismo que provocó primero su sitar en la cultura pop fue tan grande como el efecto que tuvo su música en Los Beatles, Los Byrds, The Animals y los Rolling Stones, los primeros que cayeron rendidos ante el influjo rítmico de la música tradicional india, antes de que se inventara el término world music.

A los 92 años, el gurú de la música india falleció tras una operación de corazón. El padre de Norah Jones y del sitarista Anouska Shankar tenía trato de leyenda y había conseguido un reconocimiento mundial por la música compuesta para la banda de sonido del film Gandhi (1982); obras para la Orquesta Filarmónica de Moscú; o composiciones contemporáneas junto a Philip Glass. Ese sincretismo cultural entre Oriente y Occidente formó parte de su historia artística y de su propia biografía personal.

Murió en San Diego, Estados Unidos, y había nacido en Varanasi (un pueblito indio recostado sobre el Ganges), el 7 de abril de 1920. En su sonoridad y estilo, tan complejo como fluido y orgánico, Ravi simbolizó a la India moderna y a la India arcaica. Hijo de una familia burguesa de ascendencia bengalí, su vida estuvo rodeada de las artes mayores y la cercanía con la cultura universal.

A los 10 años, ya era parte de la compañía de danza de su hermano Uday, y en cinco años se convirtió en uno de los bailarines estrella del elenco. En tanto, los viajes, su vida mundana en París y su afición aventurera por el sitar preocupaban a su padre. La música estaba empujando al joven Shankar a romper con el mandato familiar. Se cambió el nombre original Rabindra Shaunkar Chowdhury por el de "Ravi Shankar" y encontró a su propio gurú musical, Allaudin Khan, quien le enseñó el universo secreto del sitar. "Me entrenó a la manera antigua -recordaba en una entrevista-. Déjeme decirle que era difícil para mí pasar de lugares como Nueva York y Chicago a un pueblo remoto lleno de mosquitos, chinches, lagartos y serpientes. Yo era como un joven occidental. Pero superé todo eso."

El sitarista dejo la vida mundana y se reencontró con la matriz espiritual de su cultura, pero siempre mantuvo el interés de cruzarse con músicos de otros géneros. John Coltrane fue uno de sus primeros alumnos, en la década del sesenta, cuando intentó desentrañar el arte de la improvisación de los ragas. Pero sería George Harrison, el beatle de perfil bajo, el que llevaría la imagen de Ravi Shankar a un lugar de exposición similar al de una estrella de rock. Shankar, sin embargo, no coincidía. con la experimentación y el consumo de drogas de esa generación, pero abrazó a George con el cariño de un discípulo rebelde.

El guitarrista beatle lo metió de lleno en otros ámbitos musicales, como el Festival Monterrey Pop, de 1967; el Festival de Woodstock, de 1969, donde compartió cartel con figuras como Jimi Hendrix, y encontró su punto cúlmine de colaboración con colegas occidentales en el histórico concierto a beneficio de Bangladesh que organizaron en el Madison Square Garden en 1971.

El sonido de su instrumento y la filosofía hindú provocaron una verdadera fascinación en George Harrison. La colaboración artística entre maestro y discípulo continuaría a lo largo del tiempo dejando originales obras como Shankar Family and friends (1974), donde la canción y los mantras sonoros de la India encontrarían el punto justo para el oído occidental.

Shankar fue el puente perfecto a la iluminación sonora de Occidente. El último sabio musical del siglo XX.

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